Friday, March 31, 2006

TV y Escuela

INFLUENCIA DE LA TV EN EL RENDIMIENTO ESCOLAR Y EN LA FAMILIA

Datos de interés que nos pueden ayudar a esbozar argumentos para protegernos contra la televisión.

Existe un informe de la Asociación Española de Pediatría que viene a testimoniar que la televisión se ha convertido en una escuela paralela que para nada exigen un esfuerzo mental y que está superando en medios y ha llegado a ser mucha más atractiva y con mayor credibilidad que la escuela tradicional que todos conocemos. Todo esto opuesto a algo, para muchos negativo, como la exigencia, el esfuerzo personal, la atención y la disciplina que padres y profesores exigen en la vida real.

La Universidad de Kansas también ha llevado a cabo un estudio en el que queda de manifiesto que cuantas más horas dedican nuestros hijos a la televisión, más bajas son sus notas y mayor es el fracaso en la lectura. Como consecuencia de todo ello hay un avance más lento en el desarrollo personal y en su carrera.

Conocido es que existe un ritmo natural del desarrollo cognitivo, que hay unos límites en la capacidad de absorción de imágenes, informaciones; materia prima del pensamiento. Cuando este ritmo natural se trastoca con los ritmos de las técnicas audiovisuales ( el ritmo de imágenes en los anuncios publicitarios es muy alto ya que necesitan estimular el interés visual), esos ritmos violentan el curso natural e introducen desequilibrios en puntos fundamentales.

La doctora Alejandra Vallejo-Nájera, especialista en publicidad, también sostiene que pasar muchas horas frente a la televisión distorsiona el proceso mental por el que aprende un niño, ya que relacionar imagen visual y acústica en el cerebro es más difícil. Esto degenera en cierta torpeza para pensar y expresarse con palabras.

También hay estudios que constatan que los niños que no juegan mucho o reciben pocas caricias tienen un cerebro entre un 20 y un 30 por ciento más pequeño de lo normal.

La televisión es un instrumento que no nos deja tiempo para pensar por su hipervelocidad de imágenes. No hay tiempo para detenerse, a diferencia de lo que nos ocurre con un libro; uno puede detenerse a pensar e imaginar tras cada frase, tras cada línea.

La televisión también destruye el sentido crítico ya que hay un más que notable pasividad al recibir la información.

El premio Nobel de Medicina, André Lwoff sostiene que: “la televisión es el principal factor de retardo intelectual y afectivo”. El control de la inteligencia cesa notablemente y la voluntad duerme en la más profunda inercia. Disminuye la capacidad de memorización debido a que cae la capacidad de atención y de la concentración intelectual.

Al ver demasiada televisión, cualquiera de nosotros, levantamos obstáculos a nuestra propia capacidad de expresarnos tanto verbalmente como por medio de la escritura. Nuestro lenguaje es poco creativo y carente de originalidad debido a la influencia de la televisión. Todo lo anterior como consecuencia de la pérdida del hábito de la lectura.

Tampoco debemos dejar de mencionar el cansancio que produce la televisión en el dormitorio de nuestros hijos ya que roba tiempo de reposos, por no mencionar el crimen tan reprobable que comete contra el cerebro de nuestros hijos ya que obliga a nuestro subconsciente a guardar mensaje subliminales.

Se produce en el televidente asiduo un pseudosaber, cree que aprende, pero tan sólo son yuxtaposiciones de impresiones caóticas, cada vez más intensas. Esos efectos semihipnóticos no dejan a la persona razonar y le empujan a rechazar cualquier forma de disciplina, esfuerzo y de iniciativa personal.

Cuando se despierta, se da cuenta del mundo real, pero no lo comprende ni acepta ya que no le gusta; esto último lleva a tener reacciones de frustración y amargura, que pueden desembocar en explosiones temperamentales.

Robert Tranchinger, vicepresidente de la cadena americana ABC, en las IV Jornadas Internacionales de Radio y Televisión celebradas en el País Vasco, habló de la televisión como la droga más extendida en Estados Unidos: “ No se queden ustedes hipnotizados por los avances tecnológicos de la televisión, pues sólo servirán para atraparles, nunca libertarles”.

Existen una serie de trazos psicológicos propios de la generación de los teledependientes:
- Fragilidad del alma.
- Inestabilidad.
- Superficialidad.
- Tiranía de los caprichos.
- Amargura.
- Impulsividad irritadiza y neurosis precoz.

Lo anterior no es de extrañar si tenemos en cuenta que, como media, cada año al ver la televisión unas cuatro horas al día, un televidente puede ver unos 12000 actos violentos, que pasarán a haber sido 200.000 al llegar a los 18 años, y unas 14000 referencias sexuales anuales. De esta manera la violencia en el hogar no puede llegar a ser distinto a algo que pueda parecer normal.

Además de la incomunicación que se produce en el hogar, no hay intercambio de opiniones, de noticias, de ideas, no se oyen consejos, ni se dan apoyos mutuos, también surgen falso modelos televisivos. La ética se desvirtúa, “bueno” es pensar, querer y hacer lo que todos piensan, quieren y hacen. Y todos piensan, quieren y hacen lo que exhibe la televisión.

Afortunadamente hay solución al problema. Podemos adoptar una seria de medidas concretas que pueden ayudar a que esa invasión no se tan dañina como ha quedado expuesto.
- Debemos poner límites; decidir qué número de horas vamos a permitir ver la televisión en casa.
- Fijarse un plan; encenderla sólo para ver determinados programas previamente pactados.
- Participar activamente en la vida familiar; llegar a ser modelo para los hijos.
- Resistirse a los anuncios, especialmente lo relacionado con los juguetes.
- Diga lo que piensa; comunique al canal su opinión.
- Hable con sus hijos sobre la irrealidad de la televisión.
- Pida ayuda a asociaciones, médico pediatra, maestros, otros padres, etc.

Juan Francisco Vílchez
(Enviado por Marietta Noriega, prom. 80)

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